16 de junio de 2011

Triste



Ayer jugábamos con mi papá mi hermanita y yo. Nos hacíamos cosquillitas, de pronto mi papá me besó en mi cachete, como que me chupó, pero no me gustó. A mi hermanita también se lo hizo, en la noche las dos teníamos una marca morada en la cara. Cuando mi mamá lo vio se enojó con mi papá y se pelearon.

11 de junio de 2011


Hoy me encuentro aquí, frente a este ordenador nuevamente, después de varias semanas de no escribir nada de mis historias. Pero hoy sucedió de nuevo algo que me movió para escribir unas líneas.

Sí, se trata como siempre de mis historias con ellos, con los que me llenan de alegría los días. Una vez más me hicieron darme cuenta de las cosas que he venido haciendo desde hace mucho mucho tiempo, en realidad, creo que desde hace años. Me sorprendí de ver cómo las pequeñas historias, esas que les cuento todos los días, los dejan entusiasmados, deseosos de saber más…de saber la segunda parte y al día siguiente llegan esperando saber el final de la historia.

Y creo que es así como me han ayudado los niños, mis pequeños de tan solo cinco años de edad, a darme cuenta de lo fascinante que es dejar volar la imaginación. De pronto inicio mis historias con algo real, con una experiencia que empieza con algo que me sucedió en algún momento. Cuando me percato, ya estoy hablándoles de personajes, de lugares, de sueños y quizá de todas aquellas fantasías que cualquier niño pudiera tener. Creo que en ese momento me convierto en una niña y vuelvo a sentir la alegría de recorrer sin miedo esos lugares, de escuchar esas voces de personajes, de sentir el roce del viento, las gotas de la lluvia y por qué no hasta el olor de los caramelos que comienzan a caer del cielo cuando los ojos de los niños se iluminan y se llenan de tanta ilusión como la mía. Es entonces cuando llego a un mundo mágico y puedo conectarme con ellos.

Sí, me conecto, esa es la palabra para describir lo que sucede cuando nuestras conversaciones se entrelazan a través de un cuento, simplemente entramos en una sintonía que me deja danzar junto con los niños y sentir el ritmo que ellos necesitan para soltar una carcajada o abrir los ojos cuando se sorprenden o cuando sueltan una lágrima sobre sus mejillas.

10 de junio de 2011

Algo para compartir...

Todos tenemos muchos miedos desde que somos chiquitos y creemos que no llegaremos a vencerlos nunca, ¡pero no es así! Los miedos, como no existen materialmente, han sido “construídos, fabricados” por nuestra mente y por detalles que no nos gustan y que aparecen de pronto… He conocido amigos o amigas que desde niños le tenían terror a la oscuridad, por ejemplo, o al ladrido de los perros… o a una fotografía colgada en la pared… o a las gotitas de agua que saltan cuando estás sentado en el inodoro. O miedo a las miedosas lagartijas, o horror a atravesar un pasillo oscuro… ¡cosas así!

Yo le tuve miedo a los policías desde que viví en la Isla de Cuba. Cada vez que se me acercaba un uniformado temblaba y ya ni siquiera podía dormir por la noche. Me sentía culpable por no haber hecho nada, pero ellos te hacían sentir culpable: pues les daban órdenes de que le metieran miedo a la población, sobre todo a los varones adolescentes y jóvenes. ¡Quién sabe qué intenciones tiene el gobierno militar de provocar eso! Qué feo que alguien para mantenerse en el poder, tenga que recurrir a inyectarle miedo a su gente. En fin…

Bueno, pues pasaron los años y me vine a vivir a México y… ¿pueden creerlo? Me asustaba al llegar hasta con los uniformados que acomodaban o cuidaban los coches de los Supermercados. ¡O los carteros que llevaban la correspondencia!

Entonces, por ese y por otros miedillos que se van acumulando, fui a Terapia Colaborativa y Familiar y pude vencerlos con una espada de confianza. Recuerdo a mis terapeutas: Carmen, Rebeka, Rocío… Cada una a su modo me ayudó a darle palabras a lo que sentía, a saber que no soy Superman y que tengo derecho a sentir todas las emociones y todos los sentimientos sin estarlos reprimiendo.

Algo que me ayudó también a derrotar los temores ha sido pintar obras o escribir cuentos, teatro, poesía. No hay nada más hermoso que el Arte para aprender a vivir. El Arte nos enseña a hacer las paces con las cosas feas o violentas de este mundo…


LEMIS